Envases comestibles
Garantizar la alimentación en todo el mundo no es un problema de producción sino de distribución a tiempo. Aproximadamente una tercera parte de los alimentos se echan a perder y se tiran a la basura, principalmente los más perecederos como frutas y verduras.
1.400 millones de toneladas de comida fresca, en torno al 40% de los alimentos cultivados, se tiran cada año por no llegar a los consumidores finales en perfectas condiciones. En la Unión Europea la cifra ronda los 100 millones de toneladas, con una pérdida económica de más de 120.000 millones de euros. Y la mitad de estas pérdidas más o menos son frutas y verduras.
Envases comestibles para alargar la vida de los alimentos
Los envases comestibles deben estar avalados por la Autoridad Alimentaria Europea y consisten en una mezcla de monoacilglicéridos derivados de vegetales o animales. Son sustancias naturales similares a las que se generan durante la digestión de las grasas. La mezcla de polvo de acilglicérido con agua, se rocía sobre los frutos y se deja secar. La capa protege contra el oxígeno del aire y mantiene alejados a los microorganismos. La humedad y el dióxido de carbono permanecen en la fruta, que se conserva mucho más tiempo.
Es como una segunda piel, una cáscara que crea un microclima para cada pieza y que controla las causas por las que un alimento podría estropearse: la velocidad a la que pierde agua y el ritmo de entrada de oxígeno que provoca su oxidación.
Ejemplos de envoltorios comestibles protectores
Alimentos como el aguacate, los cítricos y las fresas, multiplican su caducidad por cuatro o por cinco gracias a su revestimiento con envases comestibles e incoloros. Estos envases son fabricados con materiales vegetales inocuos por una empresa americana.
Plátanos rociados con tratamientos específicos que usan materias primas naturales y aditivos alimentarios que no dejan residuos orgánicos, protegen contra las manchas y alargan la vida del fruto, evitando que se acumule fruta desechada en la cadena de producción y transporte.
En Valencia se están desarrollando protectores “bio”, productos líquidos que una vez aplicados sobre los alimentos, crean películas de proteínas, polisacáridos y lípidos que permiten controlar el peso y evitar la llegada de los hongos. Como si de un plástico se tratase, garantizan una menor pérdida de peso tras la cosecha, mejoran el aspecto y los protege frente al frío y el deterioro, alargando su vida.