El futuro es la competitividad agraria
El futuro defiende el valor de las producciones agroalimentarias y el agricultor debe estudiar la forma y manera de mejorar su competitividad agraria, mejorando sus cultivos y sus costes de explotación, optimizando el aprovechamiento energético de la maquinaria agrícola, reduciendo los gastos de gasóleo, consumiendo menos fertilizantes, precisando menos agua de riego, etc.
La agricultura de conservación puede ser una de las herramientas para reducir sensiblemente los costes de producción. En cultivos como cebada, trigo, girasol, leguminosas y alfalfa, practicar la siembra directa con rotación de cultivos es fundamental para obtener resultados, persiguiendo como objetivo subir la materia orgánica del suelo. Mejorando las condiciones de estructuración del suelo se precisa de menos agua de riego, lo que supone también un ahorro de coste de cultivo importante en este capítulo.
Usar la cubierta vegetal como técnica de mantenimiento del suelo en cultivos arbóreos o aplicar siembra directa y mínimo laboreo en cultivos herbáceos son propuestas efectivas en la reducción de costes de producción.
Los sistemas de autoguiado, por sí solos o en combinación con otras prácticas, también ayudan a ser más eficientes en las labores agrícolas, con menos horas de trabajo real y por tanto menos costes operativos, ahorran en consumo de gasoil y reducen el número de pasadas al evitar el solapamiento.
Los fertilizantes son un recurso escaso y valioso que exige el uso de tecnologías que garanticen aumentos de rendimiento en los cultivos y al mismo tiempo economicen su uso y aplicación. El uso combinado de sensores de campo que facilitan información de las necesidades del suelo en tiempo real y sistemas de navegación por satélite para su aplicación, revalorizan los equipos de fertilización y facilitan las labores del abonado a medida.
Fertilizar el suelo con los sobrantes de las cosechas, tras la recolección por ejemplo de girasol, picando y esparciendo los restos e incorporándolos al suelo, permite aprovechar los desechos y convierte lo aportado en un sustrato de nutrientes, natural y barato.
Aumentando el número de plantas por hectárea se disminuye el espacio para la nascencia de las posibles malas hierbas, que al no tener la luz y los nutrientes necesarios no prosperan, se reduce así la necesidad del uso de herbicidas de manera natural; al no tener que utilizar aplicaciones de herbicidas en post emergencia, actuamos sobre el coste de este insumo.
El uso de semillas certificadas para la producción agrícola con variedades que se adaptan mejor a condiciones adversas o la facilidad de mecanización, transporte y almacenaje también incide en una mayor competitividad. Una de las mejores inversiones que puede hacer el agricultor en su explotación es en genética nueva; cada euro que invierte el agricultor en innovación de variedades vegetales multiplica por siete sus mejoras de rendimiento productivo.