Fertilización de praderas y pastos
En la ganadería extensiva se intenta aumentar la producción de pastos con los recursos propios, buscando una alta producción de biomasa en las praderas permanentes, de contenido energético alto, proteína bruta y minerales. Las praderas son cultivos forrajeros que constituyen una parte esencial de los sistemas agrícolas ganaderos.
La mejora pratense que supone un bajo coste de establecimiento y de mantenimiento, se adapta al tipo de suelo y parte inicialmente de una buena mezcla de semillas a la carta (10-20 especies) en función de las necesidades particulares del ganadero, con base en el nitrógeno fijado por la simbiosis entre el Rhizobium y las leguminosas.
En las praderas permanentes las leguminosas juegan un papel muy importante al fijar de forma natural el nitrógeno atmosférico, permitiendo el aumento de materia orgánica del suelo y contribuyendo de una forma positiva en el secuestro de carbono. Estas praderas controlan la erosión, mejoran la disponibilidad de agua y la calidad del agua de escorrentía e incrementan la biodiversidad. Cada especie, cada variedad va ocupando su nicho ecológico, hay variedades para todas las situaciones que se puedan dar en una misma cerca (diversidad de suelos, variabilidad meteorológica, exposición debida al relieve…).
La siembra debe hacerse con una temperatura superior a los 12ºC, con sembradora de pratenses en siembra directa o sobre un suelo bien preparado y acondicionado. La dosis de siembra varía según la mezcla (entre 10 y 40 kilos por hectárea) y la profundidad de siembra de 0,5 a 1 centímetro.
Las praderas biodiversas aunque autosuficientes en nitrógeno, son exigentes en otros macro nutrientes, especialmente en fósforo, por lo que se recomienda su abonado de fondo y coberteras anuales (entre 60 y 80 kilos por hectárea según el suelo). Además, pueden requerir potasio, calcio, azufre, manganeso y micronutrientes (molibdeno, zinc, boro, cobre, hierro y cobalto).
Fertilización de praderas con purines
La fertilización de praderas con con los propios purines de la explotación es algo muy habitual. Utilizando purines de porcino por ejemplo se alcanza el 90% de producción que la obtenida con fertilización mineral, al tiempo que se ahorra dicho gasto y se da salida a los purines. La aplicación de purines mejora las propiedades químicas del suelo incrementando la materia orgánica, el carbono y el nitrógeno total.
Se aplican purines (de vacuno y de porcino), en diferentes épocas del año, primavera y otoño, utilizando dos técnicas de baja emisión que minimizan el contacto del purín con el aire, disminuyendo así la volatilización de amoniaco. Se inyectan mediante la utilización de una cisterna provista de un sistema de discos que realizan un corte vertical en el suelo de 3-6 centímetros de profundidad donde se localiza el purín, con una separación de 15-18 centímetros entre filas, o bien se aplica en bandas retirando los discos de corte y eliminando la presión sobre el suelo de los tubos de salida.