Agricultura en zona de crecidas
Los agricultores con tierras en llanuras aluviales junto a las riberas de los ríos, saben que pueden disfrutar de los suelos más fértiles, pero también que las variaciones en el nivel de los cursos de agua son un fenómeno natural y que por tanto las pequeñas crecidas no son nada excepcionales.
Conviven desde siempre con las inundaciones de sus campos y las sufren cada cierto tiempo.
Estas inundaciones pueden ser cada vez más importantes y frecuentes, cuando se conjugan los efectos del cambio climático con unas lluvias excepcionales y con algunos proyectos bastante discutibles realizados en las riberas de los ríos.
Los periodos más graves suelen ser con buen tiempo, gran pluviometría y temperaturas altas, que además suman el deshielo. Si el nivel de los ríos sube rápidamente ni los diques son obstáculo.
Tras una inundación, la imagen del campo es de tierra quemada, suelos cuarteados, floración masiva de malas hierbas, las plantas no soportan la falta de oxígeno y la capa apelmazada que se forma en los suelos más frágiles se endurece cuando el suelo se seca.
No todas las plantas reaccionan de igual manera tras una crecida, dependiendo más de la duración de la inmersión que de la planta ya que tras un tiempo, la asfixia de las raíces y de las hojas es inevitable. En los cultivos extensivos es cuestión de horas, las viñas con sus raíces profundas son las que mejor resisten sobre todo en periodo de reposo vegetativo, los olivos pueden sobrevivir algunos días, en hortícolas las cosechas se pierden habitualmente por causa del moho, y en general aunque las plantas sobrevivan el mayor problema son las enfermedades criptogámicas que traen los lodos.
El problema principal es el mal mantenimiento de los ríos que discurrirían mejor y favorecerían la biodiversidad si las administraciones públicas desarrollaran planes eficaces para la gestión y el mantenimiento de los cursos de agua (por ejemplo dragar los cauces para aumentar la profundidad de las aguas), y si los agricultores tuvieran más competencias en el mantenimiento de las orillas.
Después de una crecida con rapidez, hay que acceder a las parcelas lo antes posible para limpiarlas y tratarlas, lo recomendable en los cultivos extensivos es arar ya que el riesgo de enfermedad para las plantas que hayan sobrevivido es demasiado alto, retirar los restos que trajo la crecida y aflojar el suelo con un cultivador pesado a unos 25 centímetros de profundidad para que el suelo pueda respirar de nuevo, y volver a sembrar en cuanto sea posible.
El aporte de materia orgánica es fundamental cuando ésta ha sido arrastrada por las crecidas ya sea esparciendo estiércol o enterrando paja de la cosecha anterior para proteger la capa cultivable y mejorar la capacidad de infiltración con la labor de las lombrices. Muchos agricultores apuestan por la siembra directa para intervenir lo menos posible en la estructura del suelo y mantener las parcelas cubiertas, los rastrojos se descomponen más rápido en la superficie y actúan como pequeños diques, ralentizando pequeñas avenidas, dando tiempo a que el suelo absorba el agua y evitando el arrastramiento.
Para favorecer la capacidad de absorción de los suelos es muy conveniente la rotación de cultivos, alternando por ejemplo trigo y cebada de primavera con habas, alfalfa y maíz, además de limitar también los aportes de nitrógeno para proteger la capa freática.