Cooperativas, muchas y poco eficaces
En la Administración agraria existe una elevada preocupación por el sector cooperativo, fuerte a la hora de producir, pero débil en los diferentes procesos posteriores de comercialización y de transformación.
En España existen unas 4.000 cooperativas con una facturación de unos 17.000 millones de euros, lo que supone aproximadamente el 37% del valor de toda la producción agraria final, aglutinando a más de un millón de socios. Sin embargo, en el ranking comunitario de las 100 primeras cooperativas de la Unión Europea, solamente hay tres españolas, y a partir del puesto nº50 (Coren, Aneccop, y Central Lechera Asturiana).
Los problemas más importantes, causa de que estas estructuras no den el servicio que necesitan agricultores y ganaderos, son cuatro.
En primer lugar su estructura minifundista, su escasa capacidad para operar en los mercados. Las cooperativas en muchos casos son grupos de poder en un pueblo o zona, con sus estructuras en muchos casos familiares, y que llegan a ser competencia entre ellas mismas.
En segundo lugar la falta de gestores. En ocasiones el puesto lo ocupa simplemente el que tiene más tiempo libre o el más preparado del lugar. Si no hay volumen, tampoco hay grandes recursos y dinero para tener un gerente que aporte valor a la actividad. Es necesaria más formación y sobre todo la posibilidad de que un gerente lo sea para grupos más grandes, con las cooperativas remando en la misma dirección.
El tercer problema es el escaso desarrollo en las políticas de transformación.
Y el cuarto su escasa presencia en la comercialización agrícola, tanto de materias primas como de productos elaborados, no utilizando el tremendo potencial de imagen de calidad que tiene cualquier producto bajo la denominación cooperativa.
Con el actual minifundismo y el peso de la gran distribución, para una cooperativa es complejo entrar en esas grandes cadenas o en industrias transformadoras de forma individual. Podrían y deberían hacerlo unificando ofertas.
Pero no se puede dejar a un lado la posibilidad de entrar en cadenas o grupos regionales, donde hay menos exigencias en volumen y la marca cooperativa tiene aún un mayor peso e imagen de calidad cercana a los consumidores.
El drama de la agricultura es la presión que ejercen, por un lado, los elevados costes de producción, y por el otro, la caída libre de los precios de sus productos ante la presión de la distribución. O conseguimos hacer marca de cooperativa o tendremos muchas dificultades para colocar nuestros productos.
La facturación media de las cooperativas de Dinamarca alcanza 1.346 millones de euros y la de Holanda 1.026 millones de euros. Si queremos hacer algo en el mercado exterior, tenemos que aumentar en volumen y en marca.