Productividad del cultivo de alfalfa
La gestión del agua es clave para producir altos rendimientos en el cultivo de alfalfa.
El estrés hídrico termina afectando al rendimiento, al crecimiento, al desarrollo y a la calidad. El uso de agua inadecuada también reduce el contenido de proteínas.
Al determinar el sistema de riego hay que tener en cuenta el drenaje del suelo y una programación de aplicación adecuada al cultivo y al tipo de terreno. La alfalfa es más sensible al pH y al drenaje que otros tipos de hierba, hasta el punto de disminuir drásticamente la producción por podredumbre de la raíz si se dan condiciones de humedad durante periodos prolongados.
La alfalfa tiene una larga vida útil y genera altos rendimientos cuando se administra correctamente. Además, fija el nitrógeno atmosférico, beneficiando a otros cultivos. Los cultivos forrajeros, a diferencia de los cultivos en fila, se cosechan varias veces por temporada.
Es importante controlar continuamente el cultivo para asegurar una fertilidad adecuada, controlar las posibles plagas y que el agua esté disponible en el momento adecuado. La alfalfa no tiene un período de crecimiento crítico como el maíz o la soja. Su crecimiento se produce en varios momentos de la temporada, dependiendo del clima y otros factores, por lo tanto, es vital poder proporcionar insumos como agua cuando sea necesario en lugar de depender de fuentes naturales como la lluvia.
La aplicación de agua en alfalfa comienza en la primavera, cuando el cultivo empieza a crecer. Inicialmente requiere poca agua debido a su lento crecimiento y a las temperaturas frescas de primavera. A medida que aumentan las temperaturas, las necesidades de agua aumentan hasta la etapa previa a la cosecha. Una vez que se corta el cultivo, el uso de agua cae bruscamente hasta que comienza el nuevo crecimiento. Este ciclo se repite cada 30 o 40 días a medida que se cosecha el cultivo. En el cultivo de alfalfa, una producción de calidad puede requerir entre 33 y 120 cm de agua para mantener un rendimiento de entre 3 y 5 toneladas por hectárea.
Las raíces de la alfalfa pueden penetrar de 1,2 a 1,8 mts en el terreno. Durante la temporada de crecimiento no se debe suministrar agua a más profundidad de 1,2 mts. Las reservas de agua profunda sólo resultan importantes si la demanda de agua del cultivo va a superar el agua de riego disponible.
El uso de agua está influenciado por la humedad, las precipitaciones, el viento y la radiación solar. Su uso aproximado puede ser de 10 a 15 milímetros por día, especialmente en condiciones de calor seco y viento.
Es importante recordar que no toda el agua será aprovechada por el cultivo, sino que también se pierde por escorrentías o por evaporación. Hay pérdidas de agua de riego por la evaporación de la deriva y las gotas.
La evapotranspiración (evaporación del suelo y transpiración de la planta), puede superar los 1,3 centímetros por hectárea y día. El uso del agua variará dependiendo de ciertos factores: la ubicación de la parcela, la duración de la temporada de cultivo, la variedad, la fertilidad del suelo, la programación del riego y el manejo de la cosecha, así como de la interacción de todos estos factores entre sí.
El cultivo de alfalfa extrae fácilmente el agua de los suelos y tolera el agotamiento de la humedad del suelo. Hasta un 60-65 por ciento antes de que el estrés hídrico se convierta en un problema. Las plantas con raíces sanas soportan mejor el estrés y son mucho más productivas cuando hay un suministro constante de agua disponible. El riego mediante Pivot central proporciona flexibilidad, permitiendo riegos frecuentes y ligeros o más agua a medida que madura el forraje. Requiere menos mano de obra y permite la producción de forraje en terrenos montañosos (pendientes de hasta el 15%). Además, los emisores instalados con bajantes reducen la pérdida de agua por deriva y evaporación.
El riego antes o inmediatamente después de la cosecha promoverá una rápida recuperación y un nuevo crecimiento. Sin embargo hay que evitar el riego pesado antes de la cosecha para evitar la compactación del suelo durante la recolección. Es preferible una superficie firme y seca al cosechar para evitar pérdidas de calidad por los mohos.