Transformar forrajes en leche
El ingeniero agrónomo Ángel Barrenechea (de origen vasco), es un productor lácteo en Villa María, Argentina. Compagina su actividad de docencia en el Inta, impartiendo clases dentro de la cátedra de Producción Lechera de la Universidad Nacional, con la aplicación de sus conocimientos en su empresa agropecuaria familiar.
Dispone de 1.600 hectáreas: la mitad dedicada a la agricultura (cultivando maíz, trigo, soja y sorgo forrajero, apostando también por el riego mecanizado complementario en un ambiente que promedia entre 750-800 mm anuales de precipitaciones) y la otra mitad dedicada a un rodeo de 800 vacas, que se reparten en cuatro unidades de ordeño y promedian una producción de 25 litros al día.
Un sistema de riego Pivot con un caudal de agua de 335 m3/hora, que cubre una superficie de 120 hectáreas, divididas en cuatro sectores de 30 hectáreas, permite estabilizar la producción y mejorar su volumen. Además de rotar los cultivos, maximiza el uso del equipo.
Las vacas consumen pasturas y forrajes de producción propia, y compra parte de los concentrados incluidos en la ración. Durante una parte del año pastorean y durante el periodo otoño-invierno están prácticamente confinadas. Con un esquema de doble cultivo, bajo Pivot, produce 90 ha de maíz picado (17.200 Kg/MS/ha), 30 ha de soja (promedio 6.000 Kg/MS/ha), 30 ha de sorgo forrajero (promedio 11.000 Kg/MS/ha) y 30 ha de trigo (promedio 6.000 Kg/ha.)
La rentabilidad descansa en el índice de conversión de MS (materia seca) a litros de leche, tomando como partida 0,8-1 litro por cada kilo de MS. Además de incrementar y estabilizar la producción de MS por hectárea, persigue sacar el mayor rendimiento posible a su equipo de riego, incorporando el fertirriego en su esquema productivo, ideal para el uso con fertilizantes nitrogenados.
Los alimentos que requieren las vacas se clasifican en: forrajes, concentrados (alimentos para energía y proteína), minerales y vitaminas.
Forrajes de alta calidad pueden constituir dos terceras partes de la materia seca en la ración de las vacas, que comen entre el 2,5 y el 3% de su peso corporal, en raciones equilibradas suministran mucho de la proteína y energía necesarias para la producción de leche.
Las condiciones de suelos y clima determinan los tipos de forrajes más comunes en una región. Pastos (ray-grass, bromo, hierba de bermudas, festuca, azul orchorro) y leguminosas (alfalfa, trébol, lespedeza) son conocidos en todo el mundo. Los pastos necesitan fertilizantes nitrogenados y condiciones adecuadas de humedad para crecer bien. Las leguminosas son más resistentes a la sequía y pueden agregar 200 Kg de nitrógeno/año/hectárea al suelo, porque conviven asociados con bacterias que pueden convertir nitrógeno del aire a fertilizante nitrogenado.
El rendimiento máximo de materia seca digestible de una cosecha forrajera se obtiene: en la etapa durante la primera parte de madurez, en el caso de gramíneas, en la etapa de medio a madura para leguminosas y antes de que los granos estén completamente endentados en el caso de maíz y sorgo.
Con lo avanzado de su madurez, el forraje pierde valor nutritivo. El retraso en la cosecha después del momento óptimo de madurez, penaliza la producción lechera potencial de las vacas que comen ese forraje. En el ordeño, una mezcla de alimento atrayente compuesta por: cebada, avena, turtó de colza y de girasol, aumenta la producción lechera.
Reducir el estrés en las vacas también genera más y mejor leche: psicólogos de la Universidad de Leicester, Inglaterra, opinan que los ganaderos pueden obtener más cantidad y mejor calidad de leche con música clásica, o melodías suaves en los establos. La música calmada junta a una cama de apoyo cómoda, o humidificar y ventilar para reducir la temperatura ambiente alta en los establos, reduce el estrés y mejora la entrega de leche. Una vaca produce hasta 5 litros más de leche por día y su producto resulta más rico en proteínas y propiedades alimenticias.