Ahorro de agua y energía en Castilla
El agricultor solicita por teléfono la apertura del hidrante de su parcela y el tiempo de riego. El técnico controlador atiende su petición, y en menos de 30 segundos de conversación se ha puesto en marcha el riego en una de las fincas de Geria (Valladolid). El propietario ha invertido 22.000 euros para instalar en 6 hectáreas las tuberías subterráneas y todo el sistema de riego mecanizado mediante Pivot central. Con él cultiva remolacha y puede regar hasta ocho horas a la semana gracias al moderno sistema de control establecido.
En la comunidad vallisoletana de Simancas – Geria – Villamarciel se riegan 610 hectáreas de maíz, ajo, patata, remolacha, cebollas y cereal, repartidas entre 750 propietarios. Y allí se ha constatado el ahorro de agua. El consumo y el coste de la energía se ha reducido a la mitad, al tiempo que la producción ha aumentado considerablemente.
La modernización de regadíos supone inicialmente una inversión económica importante para el agricultor, pero una satisfacción y una vida más fácil a la larga.
En la planta construida a la orilla del Pisuerga, el control informático permite una gestión exhaustiva que garantiza el riego de toda la superficie.
En estas instalaciones hay cuatro bombas que impulsan el agua, con una potencia de siete atmósferas, y que se reparte por toda la red compuesta de 14 kilómetros de tuberías que distribuyen el agua por la zona regable. La toma del agua se hace directamente del río a través de esas bombas que trabajan para subir el líquido por una columna de 70 metros en función de la demanda de los regantes. A medida que van abriéndose tomas, baja la presión y entran en funcionamiento más bombas para satisfacer la demanda.
Con una orden aplicada desde un ordenador todo este proceso se pone en marcha, desde las bombas que suministran agua y potencia, conducida a través de los 14 kilómetros de tuberías enterradas en el terreno, hasta que esa fuerza es recogida y controlada con medidores de caudal; hasta aquí el agua llega a una presión de 5,6 kilos, conducida en un tubo grande, y a partir de ahí se distribuye por las parcelas. El agua se filtra y va a las válvulas de cada finca donde existe un contador que totaliza el consumo de cada uno, con el fin de afrontar el pago a final de campaña.
En esta zona hay 52 hidrantes, para 11 hectáreas cada uno. Cada agricultor tiene conectado su sistema de riego (por aspersión, o con pivotes, que previamente han tenido que financiar) y así empieza a repartirse el agua entre el cultivo. Es como un grifo que se abre y se cierra, con la única diferencia de que la orden de una u otra opción nace en las instalaciones de bombeo del agua del río (y la del técnico supervisor) y muere cuando el hidrante recibe por un sistema de radio el encargo de abrir o cerrar la cuenta de riego.
Cada agricultor tiene derecho a ocho horas de riego por semana, divididas según las necesidades; por ejemplo, en el caso de las patatas, se dan dos riegos de cuatro horas y no uno de ocho.
Este sistema de riego tiene grandes ventajas; por ejemplo, en el maíz, en riego por pie se daban entre 10 y 12 riegos por campaña. El 10% que regaba con aspersión y gasoil tenía funcionando un motor siete horas cada riego, con lo cual gastaba 240 euros por hectárea y año, y 6.000 metros cúbicos por hectárea. Se obtenían 10.000 kilos de grano por hectárea. Después de la modernización, el número de riegos sigue siendo el mismo, pero se han reducido los gastos a 100 euros en electricidad; los pívots consumen de 4.000 a 4.500 metros cúbicos por hectárea y la producción ha aumentado a 12.500 kilos de grano.