El riego de viñedos
El agua, racionalmente utilizada, puede mejorar la calidad de las uvas. La productividad del viñedo requiere de un buen riego debidamente controlado en los casos en que la lluvia es escasa o irregular. El objetivo es evitar el estrés hídrico excesivo para regular el crecimiento vegetativo en primavera. Al tiempo que se asegura una adecuada hidratación en verano. El riego debe ser restrictivo durante los meses de primavera. Debe limitarse el vigor, pero aplicando el agua suficiente a la planta para que no entre en parada vegetativa prematuramente, lo que acortaría su ciclo vegetativo. El control del riego, generalmente deficitario, evitará además un aumento excesivo del tamaño de la baya durante el crecimiento herbáceo. Favoreciendo después la maduración progresiva de la pulpa y el hollejo.
El riego de viñedos debe realizarse con criterios objetivos que dependerán de la climatología atmosférica, las precipitaciones y la profundidad, textura y reserva hídrica del suelo. Para ello es imprescindible utilizar medidores de parámetros: atmosféricos (evapotranspiración, lluvia y temperatura), de suelo (tensiómetros y sensores de humedad) y de planta (potencial hídrico y conductancia estomática).
Equilibrio hídrico en el riego de viñedos
Una aplicación alta de riego produce vinos más herbáceos y ácidos. Una dosis escasa, generará vinos más concentrados con mayor grado alcohólico y mayor contenido de polifenoles y antocianos. Es por esto que deben realizarse estrategias de riego deficitario según la situación hídrica y climática de cada viñedo. Se optimizará la dosis y el momento de aplicación del agua en función de los objetivos. Unos objetivos que favorezcan la productividad del viñedo en cantidad y calidad de la uva según el tipo de vino a producir.
Evolución y optimización del viñedo
Además de la aplicación de riego, el viñedo está evolucionando en otros aspectos. La tendencia ahora es ocupar suelos más profundos, más fáciles de cultivar y de mecanizar. Con un clima moderadamente fresco (con mayor altitud) y con un potencial productivo superior. La vid se conduce en espaldera para facilitar la mecanización a la poda y la vendimia (también para el despunte en verde, el deshojado, la aplicación de tratamientos fitosanitarios). Disminuye el número de cepas por hectárea y la cantidad de superficie foliar expuesta, cuidando mucho la densidad de plantación y la orientación de las filas, hasta buscar una adecuada exposición del viñedo a la luz solar.
También es importante valorar la capacidad que el portainjerto puede aportar a cada variedad en cuanto a vigor, potenciación de cualidades, precocidad y duración del ciclo vegetativo. Con todo ello, se reducen los gastos de producción y aumenta el nivel de productividad.
Las sequías actuales nos obligan a tener un plan alternativo que nos permita aplicar un mínimo de agua e incluso complementar algún nutriente.